Fotografía de Carlos Martino https://carlosmartino.com/ Qué extraño aspecto tiene el mar cuando lo miramos solos. Te invité al café esta mañana, para arrancarte de la casa, de los perros. Para sostenerte. Para tener dónde agarrarme. Te queda bien el pelo largo, la barba cana, te queda bien el aro, la conversación. Tenés gestos nuevos en las manos. No querés que llegue el silencio, no querés que algo nos arrastre, de nuevo, a donde acabamos de huir. Querés que no llegue la sombra. No quiero. En una mano grata nos sosteníamos todos. En una mano que cerraba un puño calmo y nos calmaba. —Una mano parecida a la mía cuando aprieto los granos y dejo que resbalen—. Se cayó de ahí como deslizando, igual que se escurre un grano de arena o una gota de agua. Desapareció entre los dedos. —Ellas pueden confiar en mi puño, por eso se acercan a comer. Me rodean, sueltan plumas, hablan—. En la mano grata que nos sostiene a todos las palabras no quieren decir, dice...
Hay hilos que nos tejen. A cada uno, y a la malla de seres que conformamos. De esos cruces se va urdiendo este blog. Gracias por visitar.