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Mostrando las entradas con la etiqueta viejos

Los viejos VI

Flor Herida Ezequiel Fuentes-7 años - Soporte de madera. Neuquén Argentina. Agradecimiento especial a su maestra, María Belén Mantilano

Los viejos V

Frente - Viviana Bilotti - Ilustración http://vivianabilotti.blogspot.com.ar/ Las ventanas que daban al frente de la casa eran de madera, con tablitas. Todas las casas del barrio eran iguales y tenían las mismas ventanas corredizas. Una noche, no recuerdo por qué, fui hasta la casa de noche, después de la cena. Por las rendijas se veía luz. Cuando me acerqué a la puerta, además, escuché música. Tenían un combinado (así llamábamos a esa especie de mueble donde había tocadiscos, parlantes y lugar para guardar los long-plays ). Era de una madera clara y no recuerdo haberlo visto abierto, u oído sonar nunca. Ahora de ahí salía un tangazo. Era ‘Tarde’ en la voz de Julio Sosa, eso no me lo olvido jamás. Me llamó la atención. Eso sí que era inesperado. Había dudado, al principio, si ir o no por lo tarde de la hora. Sentí mucha curiosidad, no llamé a la puerta. Fui a buscar la rendija que me dejara mirar. Uno sabe, hay algo en el volumen, en el tono de la luz, alguna cosa que uno no pued

Los viejos IV

Fotografía de Carlos Martino - Urbanos y Humanos https://carlosmartino.com/#!/-urbanos-y-humanos/ Llegaba a casa subiendo la calle  empinada   de tierra sin bajarse de la bicicleta. En el canasto venía el pan de mandarinas que todos esperábamos. Llegaba a la clase, con sus 80 años, y nos enseñaba de qué se trataba la danza, de qué material estaban hechos los cuerpos, dónde se escondía la calidad de un movimiento. Todos los demás teníamos, por lo menos, la mitad de su edad (aunque nos duplicaba en mucho más). Las clases de técnicas corporales terminaban en danza ¿cómo se arma un diálogo, si no? Ella era capaz de encontrar la economía de cada movimiento, llenarlo de su gracia y de sentidos. El aplauso nuestro era la respuesta instantánea. Salía al unísono como un coro. Lo nuestro, en cambio, resultaba demasiado, parecía forzado, abarcaba más espacio y energía que la que hacía falta. Un despliegue. Un exceso. El pan también era pequeño y el aroma inconfundible —llegaba un poco más l

Los viejos III

Fotografía de Carlos Martino - Urbanos y Humanos https://carlosmartino.com/#!/-urbanos-y-humanos/ Una vez, hace ya varios años, cuando vivía en ese lugar que una vez pude elegir, festejamos algo. Algún cumpleaños. Era habitual que para eventos como ese aparecieran en casa personajes que nunca sabía muy bien de dónde habían salido, pero eran bienvenidos porque venían a dejar algo en la casa, en el jardín o en alguno de sus habitantes. A veces eran metales pesados, como los de los perfumes finos, que permanecen y enrarecen los olores cotidianos. Otras veces eran gotas de rocío que, sin explicar, anunciaban la mañana. Esa vez fue un hombre mayor (hoy apenas mayor que quien suscribe). Del campo, de algún lugar que habita ese imaginario “campo” para los urbanos y que viene de más allá de la geografía. Ese hombre había sido analfabeto hasta hacía poco tiempo. Aprendió a leer y a escribir porque tenía algo que decir. Escribió un libro de poemas. Nunca pude leerlos, solo tengo su rela

Los viejos II

Fotografía de Carlos Martino -Juntadora de algas en Coquimbo https://carlosmartino.com/#!/-urbanos-y-humanos/ Anoche vino a visitarme en sueños. Con su cara en blanco y negro y esa mirada que te asoma a un estanque profundo. Esa claridad de lo que brilla en lo oscuro. Me miró con esos ojos. Fue una sentencia y un abrazo. Ella guardó el silencio en el silencio y desaprendió lo necesario. Habló la lengua de los conquistadores, aprendió a rezar y escribió su nombre por caridad de unas maestras francesas que habían subido a la montaña. Cuando alguna travesura nuestra podía a ser dañina usaba la palabra winca. “No sea winca, mierda”, nos decía. Solo un par de veces la escuché decir palabras que venían de otro mundo. Pero dejó la gota, solamente la gota; y como pudo. Anoche, mi abuela araucana me visitó en sueños. Vino a recordarme la gota, vino a pedirme que la encuentre. Con firmeza de ojos negros, no con ternura. Estos días, el presidente de mi país hizo declaraciones, en países “b

Los viejos I

Fotografía de Carlos Martino - Urbanos y Humanos https://carlosmartino.com/#!/-urbanos-y-humanos/ Casi siempre era de día, por eso la magia pasaba desapercibida. Escupía un pan redondo con una colita arriba y cenizas en la base, caliente, muy caliente, para el mate cocido. Cuando había manteca las aureolas de grasa flotaban en la tazona de loza amarilla. Habitualmente no había (la luz eléctrica llegó cuando yo ya había empezado el colegio, y por eso conservarla era un problema) el dulce de duraznos alcanzaba. La primera vez que lo vi de noche fue para mí una especie de revelación. Juntaba ramitas —que no servirían de mucho— mientras ella encendía el fuego adentro de esa boca. Vi cómo sacaba las brasas y limpiaba el piso con el zuncho; yo atenta y muy sentada en una caneca agujereada. “Páseme los trapos mojados. Esos, m’hijita”, me decía y señalaba la batea. La vi tapar con esos trapos húmedos la tronera y salir a lo oscuro a buscar algo. La magia se hizo en el instante en que mi