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Mostrando las entradas con la etiqueta viento

El viento IV

Fotografía de Carlos Martino https://carlosmartino.com/ A veces te miro y te veo como en aquel sueño. Fue un sueño raro, uno que te arranca del sueño. Que te despierta y te deja ese mal sabor en boca.  A veces te miro y deseo solo tocarte. Alcanzarte con el silencio de la piel. Abrazarte (Escucharte duele un poco). Usás las palabras para ocultar, para que yo no sepa.  A veces quisiera correr el tul, acercarme, poder rozar una superficie suave. Algo demasiado real, demasiado incómodo (tan necesario).  A veces sé que se me va la olla. Que no es bueno, que no es así como funciona. Pero, a veces, necesito que no haya el disfraz, que te quites el semblante, que me dejes mirarte sin tanto velo. Conozco el peligro de esa necesidad, pero soy mujer. Sé que hay retorno.  No digo siempre. Digo, a veces.  Dame el dragón, la serpiente, el cocodrilo. Dame una lluvia torrencial, la noche oscura. Dame lo que no se ve. Dame la duda, el temor, el trueno, la lágrima y tu car

El viento III

Fotografía de Carlos Martino https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10209986244962531&set=picfp.1527672303.10209986244762526&type=3&theater La población indígena donde hacían la “veranada” era el último punto del recorrido. A partir de allí emprenderíamos el regreso. Era nuestro tercer día en la montaña. La tercera noche sería en un punto a la vuelta de la población donde cazaban su provisión de guanacos para el invierno. Era enero, pleno verano en la cordillera. Mi caballo era petizo, el más manso, porque no me atrevería a dar indicaciones a un animal mil veces más grande y sabio en cuestiones de montaña. Cuando llevábamos un par de horas de marcha comenzó el viento blanco, íbamos por un desfiladero a más de 3.500 metros de altura. Nos cubrimos la cara con pañuelos y ajustamos la cuerda del sombrero al mentón para que no se volara. El volcán por el que estábamos cruzando se llama Overo, que en el español nuestro quiere decir manchado. Manchas blancas de hielo sobre

El viento II

Fotografía de Carlos Martino - Espacios https://carlosmartino.com/#!/-espacios/ La población indígena donde hacían la “veranada” era el último punto del recorrido. A partir de allí emprenderíamos el regreso. Era nuestro tercer día en la montaña. La tercera noche sería en un punto a la vuelta de la población donde cazaban su provisión de guanacos para el invierno. Era enero, pleno verano en la cordillera. Mi caballo era petizo, el más manso, porque no me atrevería a dar indicaciones a un animal mil veces más grande y sabio en cuestiones de montaña. Cuando llevábamos un par de horas de marcha comenzó el viento blanco, íbamos por un desfiladero a más de 3.500 metros de altura. Nos cubrimos la cara con pañuelos y ajustamos la cuerda del sombrero al mentón para que no se volara. El volcán por el que estábamos cruzando se llama Overo, que en el español nuestro quiere decir manchado. Manchas blancas de hielo sobre un paisaje completamente negro (salvo el cielo, que hay que verlo). El

El viento I

Foto de Carlos Martino - Urbanos y Humanos https://carlosmartino.com/#!/-urbanos-y-humanos/ Es en ese momento de la duermevela, ese ratito antes de caer en las nubes definitivas del sueño, que aparecen. Un hombre se levanta a poner agua a los camellos. Una mujer se quita la burka y se sacude el pelo larguísimo en una habitación sin espejos. Una niña ve la luna por la ventana y siente miedo. Otro joven abraza la cintura del estudiante —con una intensidad mayor que la habitual— arriba de una moto en una ciudad que llueve. Una joven mira lo que no se ve. Unos padres ruegan que la noche no tenga llantos. Los amantes se buscan sin reconocerse y vuelven a casa. Están tristes. Yo me pregunto de dónde salieron las fresias que florecieron en mi jardín. Mi hermano teme que se escape la yegua, otra vez. Mi hermana reza, escribe y reza. Los hijos duermen el balanceo de las hamacas. Y el sueño llega como un viento que separando, une. Allí los amantes miran la luna. La cintura cede al abrazo