Foto de Carlos Martino - Urbanos y Humanos https://carlosmartino.com/#!/-urbanos-y-humanos/ |
Es en ese momento de la duermevela, ese ratito antes de caer en las nubes definitivas del sueño, que aparecen. Un hombre se levanta a poner agua a los camellos. Una mujer se quita la burka y se sacude el pelo larguísimo en una habitación sin espejos. Una niña ve la luna por la ventana y siente miedo. Otro joven abraza la cintura del estudiante —con una intensidad mayor que la habitual— arriba de una moto en una ciudad que llueve. Una joven mira lo que no se ve. Unos padres ruegan que la noche no tenga llantos. Los amantes se buscan sin reconocerse y vuelven a casa. Están tristes. Yo me pregunto de dónde salieron las fresias que florecieron en mi jardín. Mi hermano teme que se escape la yegua, otra vez. Mi hermana reza, escribe y reza. Los hijos duermen el balanceo de las hamacas. Y el sueño llega como un viento que separando, une. Allí los amantes miran la luna. La cintura cede al abrazo. El pelo largo florece. Los hijos mecen los espejos. Los llantos van a la ciudad sin lluvia. El viento dispersa y une. El sueño dispersa y une. El tiempo dispersa...y uno,
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