Frente - Viviana Bilotti - Ilustración http://vivianabilotti.blogspot.com.ar/ |
Las ventanas que daban al frente de la casa eran de madera, con tablitas. Todas las casas del barrio eran iguales y tenían las mismas ventanas corredizas. Una noche, no recuerdo por qué, fui hasta la casa de noche, después de la cena. Por las rendijas se veía luz. Cuando me acerqué a la puerta, además, escuché música. Tenían un combinado (así llamábamos a esa especie de mueble donde había tocadiscos, parlantes y lugar para guardar los long-plays). Era de una madera clara y no recuerdo haberlo visto abierto, u oído sonar nunca. Ahora de ahí salía un tangazo. Era ‘Tarde’ en la voz de Julio Sosa, eso no me lo olvido jamás. Me llamó la atención. Eso sí que era inesperado. Había dudado, al principio, si ir o no por lo tarde de la hora. Sentí mucha curiosidad, no llamé a la puerta. Fui a buscar la rendija que me dejara mirar. Uno sabe, hay algo en el volumen, en el tono de la luz, alguna cosa que uno no puede precisar pero que no se parece nada a una incertidumbre. Encontré la rendija que me permitió ver una parcela de la escena. Mi abuela tenía puestos los zapatos de taco y unas medias finas que dibujaban una línea en el largo de las piernas. Los zapatos de mi abuelo estaban lustrados. Se abrazaban y movían los pies como caminando juntos, tan cerca, tan acompasados. Volví al coche con la sensación de haber espiado lo que no debía, me sentí una intrusa, me dio vergüenza. Al día siguiente pasé a saludarlos, no mencioné mi visita de espionaje. Ellos estaban igual que siempre, el living también, ni rastros de la milonga de la noche. ¡Lo hacen siempre! pensé, no se trató de una noche especialísima. Fue un regalo el que me hicieron, sin saberlo, mis abuelos. Cuando el camino se me pone escabroso yo tengo formas de caminar con más compases (y beso al cielo), me enseñaron modos de abrazar —sin detener ni detenerme— en el camino (y yo sonrío).
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