Fotografía de Carlos Martino - Espacios https://carlosmartino.com/#!/-espacios/ |
El desbordamiento. Desbordar. Ayer fuimos al río, estaban cerradas las compuertas y apenas corría un hilo de agua. Habían quedado quietas, en silencio, las zonas más profundas del Atuel. Eso que nunca vemos, esa paz del cauce sin agua. Ese silencio incómodo. El río habla. El cauce, calla. Mirando el fondo del río, los colores tan nítidos de las piedras, reparé en esa transparencia que uno suele encontrar en ojos que ya no podrá olvidar. Ayer crucé al otro lado del río. Ayer vi, de nuevo, tus ojos. Crucé al otro lado, ese lado en el que los pastos son más verdes. Ese en el que el agua es esmalte de las piedras. Escuché el sonido y lo confundí con el viento. Cuando levanté la vista el torrente se venía encima de mí. Toda esa agua. Tanta furia. Tan de tus ojos. Pegué un salto, en la roca difícil, para protegerme. Quedé del lado equivocado del curso de agua, donde no había más que yo. Tuve miedo. Atravesar otra vez tus ojos para llegar adonde alguien me esperara era lastimarme mucho. Esa fuerza era más que yo. No podía cruzar esa corriente. Pedí, con señas, una soga. Pedí volver al lado del que vine. Después de un rato entendí que podía postergar la decisión de arrojarme al agua por algunas horas. La luz del verano me amparaba. Me serené. Busqué una sombra. Los pastos eran igual de verdes. Tus ojos, opacos en la furia. Esperé. Cerraron las compuertas. Después de un par de horas las aguas empezaron a bajar. Cuando mi fuerza fue mayor que la del río decidí que era el momento. Atravesé tus ojos. Sin lastimarme —El desborde de esa transparencia tuya me hace daño—. No sin algún pesar, decidí que no volvería a cruzarlos. No sin mucho pesar, supe que ya no era eso lo que iba a atravesarme. No me miraron. No me tendieron la mano. Aunque admito que había una alegría de sauces en la idea de que “me atravesara un río”. Solo que no era de vos, era del agua.
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